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(Fecha: 18/07/2002)

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MERCADOS, CREDIBILIDAD Y POLíTICA

Firma:Pablo T. Spiller
Catedrático, Universidad de California, Berkeley y Director, LECG, LLC
[ P ]Es clave romper el vínculo entre legisladores nacionales y líderes partidarios provinciales

** Nota **La caída continua del Dow Jones de los últimos meses refleja un nivel de pesimismo de los inversores que parece desconectado de la actividad económica de los EE.UU. Los inventarios han bajado a niveles prerrecesión, la producción industrial está en aumento, la confianza de los consumidores sigue en alza, y el desempleo en descenso. Sin duda, los blues de los inversores provienen de otro lado. No provienen de la desconfianza en los gerentes de las grandes empresas. Tal desconfianza es endémica en los EE.UU. Lo que no era endémico, y que ahora está llevando el mercado a la baja, es la percepción de que los auditores no son confiables. La percepción de que balances de empresas, certificados por firmas de auditoría con reputación internacional, pueden no ser confiables, ha llevado a un pánico triplicado. Por un lado, los inversores ponen sus portafolios a la venta, tratando de ganarle a la estampida. Por otro lado, las empresas, sabiendo que si no lo hacen de voluntad propia lo harán en forma forzada, rehacen sus balances mostrando –como es predecible– una baja en las ganancias. Por último, los auditores, en pánico ante la posible pérdida de reputación, toman un enfoque duro ante prácticas contables potencialmente cuestionables, lo cual lleva a reportar ganancias aún más bajas.
 

La pérdida de confianza en las empresas de auditoría rompe con el esquema estadounidense de regulación de los mercados. Si bien el sistema financiero tiene sus entes reguladores, la sociedad estadounidense delegó en los auditores la tarea fundamental de ser la primera línea de defensa contra el fraude. La segunda línea de defensa son los juicios de los inversores contra el management cuando se descubren irregularidades financieras. La tercera línea de defensa es la Justicia. Este sistema funcionó bien hasta que el boom del final de los 90 hizo perder la cabeza al inversor sobre lo que es o no es rentabilidad esperable. Las empresas debían competir en los mercados a niveles similares a las dot.com o de alta tecnología. Para ello, era fundamental mostrar ganancias crecientes. Y aquí aparecieron los esquemas financieros sofisticados, cuya finalidad fue pasar costos al futuro mostrando ganancias en el presente. Que los auditores no hayan frustrado estas maniobras de los gerentes de empresa puede ser el resultado de una sofisticación financiera inaudita de éstos frente a los más humanos contadores. Sin embargo, ésa no es la realidad. Buscando aumentar su rentabilidad, las empresas de auditoría se volvieron más flexibles, y acomodaron las necesidades de corto plazo de sus clientes en vez de honrar los intereses del público inversor, a quien ellos deben su confianza. Ese acomodamiento las hizo irremplazables. Si el cliente tratase de remplazarlas por un competidor, éste, al observar prácticas contables potencialmente fraudulentas, podría no validarlas, culpando a la competencia. La corrupción contable lleva a una baja en la rotación de clientes, lo cual aumenta la rentabilidad del auditor. Para romper este círculo vicioso, es fundamental introducir reglas que fomenten la rotación de auditores.
 

La experiencia de Enron y Cía. ilumina varios aspectos de la economía y la política argentina. Por un lado, demuestra nuevamente qué mercados requieren de credibilidad institucional. Sin credibilidad institucional, los inversores no invierten, o eventualmente exigen tasas de retorno tan elevadas que no son sostenibles en el largo plazo. Esta lección es directamente aplicable a la Argentina. En primer lugar, para que se vuelva a invertir es fundamental recomponer la institucionalidad que se derrumbó con la introducción del corralito y demás prácticas arbitrarias de política pública. En segundo lugar, la colusión entre el vigilante y el vigilado es similar a la colusión imperante en el sistema político argentino entre los legisladores y los gobernadores provinciales. Al controlar los líderes provinciales el futuro político de los legisladores nacionales, éstos pierden su independencia, y por ende ratifican los descalabros financieros provinciales. Así como es importante romper el vínculo entre auditores y empresas auditoras, es fundamental romper el vínculo entre legisladores nacionales y líderes partidarios provinciales. Elecciones directas de legisladores, combinadas con primarias abiertas por distritos unipersonales, otorgarán un nivel de credibilidad al Congreso que nunca lo tuvo, y que es fundamental para recrear la confianza institucional.
 

Cuando Duhalde se ponga por encima de los intereses partidarios e implemente reformas que sienten la base para la nueva institucionalidad argentina, se volverá el presidente Duhalde



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